La bioética siempre es motivo de reflexión y de profundización, por eso desde el área Sociosanitaria de CONFER en la que participa Hermanas Hospitalarias, hemos ofrecido esta posibilidad de profundizar, de crear criterios, sensibilizarnos y comprometernos para poder abordar adecuadamente los dilemas éticos que surgen, tanto en el campo de la pastoral como en la asistencia social y sanitaria, en este campo de la bioética y en temas tan importantes y actuales como son “La enfermedad y el final de la vida, la eutanasia y los cuidados paliativos: Una reflexión desde la bioética y la teología moral“
Un tema de actualidad y más concretamente en nuestro país, cuando está recién aprobada la Ley de Eutanasia, expuesto por D. Javier de la Torre Profesor de Bioética y Teología en Univ. Comillas. Director de la Revista Iberoamericana Bioética. Autor de La eutanasia y el final de la vida (Sal terrae, 2019).
La pretensión, ha sido crear conciencia de lo que aporta la bioética como método de reflexión y profundización, aplicada a la pastoral de la salud y en temas tan de actualidad y de interés como los que se van a tratar en ellas. Sensibilizarnos y comprometernos para poder abordar adecuadamente los dilemas éticos que surgen, tanto en el campo de la pastoral como en lo social y en la asistencia sanitaria.
En el debate en torno al final de la vida existen muchos términos que delimitar y mucha confusión que aclarar por ello la exposición se inició con la aclaración sobre una serie de conceptos que tiene que ver con el tema de la eutanasia pero que de no estar clarificados pueden conducir a formarse criterios erróneos y confundir más que aclarar.
¿Qué es eutanasia y cuál la diferencia entre la sedación paliativa, el abandono terapéutico o el suicidio asistido?
Javier de la Torre, no obstante, deja claro que el final de la vida y paliando el dolor al paciente, con una acompañamiento adecuado en todos los niveles «lo humano y cristiano es no alargar precariamente la existencia» y este es un argumento defendido por la Iglesia católica.
Hizo un planteamiento sobre la situación actual de la eutanasia y el suicidio asistido en el mundo. Qué países lo tienen aprobado y cuáles son las repercusiones que esta ley está teniendo en dichos países.
Con la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido, España se ha convertido en el séptimo país del mundo en el que esta práctica es legal, después de Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Nueva Zelanda (donde en octubre de 2020 se aprobó en referéndum una ley de eutanasia que entrará en vigor en noviembre de 2021) y Colombia (donde la eutanasia es un Derecho Constitucional desde 1998 aunque no existe una ley que la regule).
Consecuencias para los más vulnerables
Con la ley se plantean interrogantes más allá de las consecuencias ante la aprobación de la ley de eutanasia, como lo son para los más vulnerables de la sociedad y para la profesión médica.
En este sentido, advirtió, sobre la deriva de países como Holanda o Bélgica, en los que se practican dos tercios de los suicidios asistidos y eutanasias de todo el mundo y en donde se permite la eutanasia para enfermos psiquiátricos sin sufrimientos físicos, incluso para los menores.
El problema que puede acarrear la legalización de la eutanasia, entre otros, es que personas mayores o enfermas se enfrente al final de su vida con miedo, les obsesione ser una carga para sus familias, la sociedad o la economía y se pasaría de casos deseados a situaciones de personas mayores y con depresión abocadas a la eutanasia sin desear la muerte. Se estaría produciendo un abuso de la ley, expone Javier de la Torre.
Es claro que nadie quiere sufrir. En eso hay un acuerdo general Hoy además, gracias a la sedación y los cu9idados paliativos, es posible aliviar el dolor. “Muchas veces detrás de la petición de morir hay otras demandas mucho más profundas: necesidad de cercanía, afecto, reconocimiento, amor, mayor atención».
La despenalización se muestra ineficaz para asegurar una alta calidad en los cuidados al final de la vida. Hoy no nos encontramos ante un óptimo cuidado. Demasiados enfermos mueren sufriendo síntomas físicos innecesarios como dolor, disnea, náuseas o vómitos. Demasiados sufren también depresión, ansiedad y desesperación.
Esta percepción de que el proceso de morir es doloroso e indigno es lo que proporciona argumentos para la legalización de la eutanasia. Pero no hay que olvidar que la despenalización no termina con dicho proceso doloroso e indigno pues los casos en que sería aplicable son menos que los casos en que se produce el dolor y la indignidad en el morir. La despenalización no termina con el problema ni es la solución. Hay muchos problemas y mucho dolor que no se resuelven con estas medidas. Por eso, la cuestión relevante es pensar si no hay un deber prioritario de apoyo comunitario, atención delicada, tratamiento del dolor y ayuda psicológica y social al final de la vida. Legalizar la eutanasia no es reconocer el derecho a disponer de uno mismo, sino reconocer el derecho a otro para disponer de mi vida.
Siempre hay más alternativas. La prioridad de los cuidados paliativos
La planificación de unos buenos cuidados paliativos integrales disminuyen las peticiones de eutanasia. Por lo tanto debemos paliar el dolor, hacernos expertos en cuidados para aliviar el dolor y ayudando a afrontar el sufrimiento que pueda sobrevenir.
Mejor tratamiento del dolor, mejor atención psicológica y psiquiátrica, retirada o limitación de tratamientos, adecuación del esfuerzo terapéutico, retirada de medidas de soporte vital fútiles o desproporcionadas, cuidados paliativos…
En España más de 80 mil personas mueren, cada año sin cuidados paliativos. ¿Se puede aprobar una ley de eutanasia, cuando no se han desarrollado los cuidados paliativos? Aprobar una ley de eutanasia sin unos cuidados paliativos de calidad, es un ejercicio de cinismo y un fracaso social y político», afirma Javier de la Torre.
Si la aplicación de los cuidados paliativos consigue que el dolor deje de ser insoportable, entonces deja de tener fundamento uno de los pilares de la eutanasia.
Diego Gracia (1) señala claramente que atender peticiones de morir sin procurar que cambien las condiciones de asistencia a los enfermos terminales y a las personas en situaciones difíciles es un enorme ejercicio de cinismo.
(1) Diego Gracia Guillén es un médico, escritor y filósofo español, especialista en psicología y psiquiatría al que se considera uno de los grandes expertos españoles en bioética.
Es claro que nadie quiere sufrir. En eso hay un acuerdo general. Hoy además, gracias a la sedación y los cuidados paliativos, es posible aliviar el dolor. Muchas veces detrás de la petición de morir hay otras demandas mucho más profundas: necesidad de cercanía, afecto, reconocimiento, amor, mayor atención.
«No sé si queriendo elegir libremente el modo y forma de morir, estamos robando el proceso de morir a nuestros ciudadanos, si estamos perdiendo el arte de saber morir en paz»
El argumento cultural: el tabú de la muerte y la ancianidad
En la parte final el ponente se centró más en la dimensión espiritual y antropológica, señalando algunas claves de fondo: en este debate sobre la eutanasia hay muchos miedos sociales, culturales; vivimos en sociedades del bienestar, y nos cuesta integrar el tema de la limitación, el tema del sufrimiento, el tema de la enfermedad.
No podemos olvidar, recalca Javier, la limitación de nuestras sociedades de afrontar seriamente y públicamente los temas de la muerte y la ancianidad. La muerte es ignorada y escondida, Por eso, a pesar de que tenemos más años de vida, a pesar de gozar muchos años como mayores, estamos cada vez más incapacitados culturalmente para pensar y vivir la muerte, para aceptar la limitación.
Hay una tarea cultural prioritaria que es mucho más amplia que la eutanasia. Esta tarea implica ayudar a saber envejecer en plenitud, a saber ser dependientes, apoyar la autonomía de las personas, cuidar cuando ya no se puede curar, saber vivir hasta el final y saber morir, saber poner límites y luchar con los limites en la enfermedad, saber vivir en positivo la soledad y saber estar con otros hasta el último suspiro. Saber morir es algo más amplio que elegir un modo de terminar la vida. Saber morir es afrontar con lucidez el final y superar ese límite cultural que convierte la muerte en un tabú y el envejecer en una lacra que combatir.
Lo más avanzado y social no es aprobar una ley de eutanasia sino remover tantas causas sociales que hacen que muchas personas vulnerables sufran tanto y prefieran morir.
Es necesario cambiar el imaginario cultural y, sobre todo, el modo de vivir y vivirse los últimos años de vida.
Mª Rosa Abad, H.H.S.C.J., Coordinadora del Área Sociosanitaria de Cónfer