¡Familia Hospitalaria! Os presentamos a Valentina Collevecchio, psicóloga de Casa di riposo Villa Miramare, en Nettuno (Italia).
¿Por qué es fundamental el cuidado en todas las etapas de la vida?
Es frecuente pensar en la vejez como una etapa un tanto desagradable y secundaria de la vida, de la que no merece la pena hablar. No es así, sobre todo porque puede ser potencialmente la parte más larga de la vida. La tercera edad comienza a los 65 años, pero hay muchos que también viven plenamente la cuarta edad y llegan lúcidamente al umbral de los 100 años. Sin embargo, para quienes tienen el privilegio, el camino no es fácil: hay dolores, enfermedades y duelos (reales y simbólicos), pero eso no constituyen escollos en el camino porque ellos mismos son el camino.
¿Desde cuándo forma parte de Hermanas Hospitalarias?
Mi colaboración con las Hermanas Hospitalarias de Nettuno, concretamente, con Villa Miramare, se remonta hace diecisiete veranos, allá por 2006. Como suele ocurrir con las cosas importantes de la vida, fue un encuentro que se produjo de forma muy casual y un poco por necesidad mutua. Desde entonces, mi papel y mi presencia en la comunidad hospitalaria se han enriquecido y evolucionado mucho.
¿Cuál es su propósito y su misión en Hermanas Hospitalarias?
Me ocupo de la evaluación psicométrica, la prevención y el tratamiento del deterioro cognitivo, así como de redactar los informes. Sin embargo, dichas actividades son sólo «la punta del iceberg»;, porque el trabajo con las personas mayores es vasto y profundo. Está arraigado a la familia y a la zona a la que pertenece la persona mayor. A mí me surgió la pregunta de «¿qué hace un psicoterapeuta y, además, psicoanalítico, con huéspedes tan grandes y a veces tan comprometidos?»;. Encontré la respuesta con el tiempo, tal y como sucede en una vía analítica. El psicoterapeuta, en esta realidad, siembra, cultiva y recoge.
La persona mayor no suele ser como el iconográfico Papá Noel, que nunca fue joven y nunca envejecerá de verdad. La persona mayor es, ante todo, una persona en una fase avanzada de la vida en comparación con su cuidador. No es «menos»; joven ni «más»; adulto, es Otro y Más Allá. Es decir, diferente y temporalmente más avanzado. En mi trabajo, además del estado psicocognitivo de cada huésped, también trabajo la aceptación de la senectud, no sólo en los huéspedes, sino también en sus familias y, a menudo, es más difícil con estos últimos. A veces, los familiares no saben muy bien cómo enfrentarse a los problemas de la vejez y necesitan que se les equipe; otras veces, necesitan que se les apoye en la dolorosa y agotadora
demencia y en diversas enfermedades.
Con las personas mayores, el trabajo psíquico es incesante. Envejecer significa asumir la «separación», el «fin» de muchas realidades hasta entonces estables y establecidas. Pensemos en cualquier cuadro crónico, que puede separar irremediablemente a una persona de su estado de salud; o en la viudedad, que siempre afecta a un miembro de la pareja; o en el abandono del hogar; o, aún más, sencillamente, en la separación de la propia autonomía motriz.
En definitiva, es un trabajo integral, intenso y profundo que sólo ha sido posible gracias al enfoque de las Hermanas de esta Congregación, que siempre han creído, animado y apoyado la centralidad de la Persona y no sólo de la enfermedad. La confianza que las Hermanas depositaron la figura del Psicólogo en el contexto geriátrico, lo cual hizo crecer las áreas y los límites de mi trabajo con resultados importantes, constantes y agradables (no sólo en cuanto a la apertura mental, sino también en el rigor en la investigación). Garantizan, en mi opinión, la construcción de un alto nivel asistencial.
¡Gracias, Valentina por tu testimonio y por compartir nuestra misión de forma voluntaria! ¡Que Dios bendiga ese corazón tuyo tan hospitalario!